PINCHA Y DISFRUTA DE LA ACTUACIÓN FINAL BENIDORM FEST 2024
No hubo problema cuando Zahara resignificó el «p*ta». No lo hubo tampoco cuando Rigoberta Bandini cantó que quería ser una «perra». Ni siquiera hay problema, o al menos no abre los programas matutinos de entretenimiento, cuando se lanzan a lo largo del año multitud de canciones con claros tintes machistas. Pero sí lo hay con «Zorra». ¿Y sabéis cuál es ese problema? No es la letra que tanto maldicen algunos. Tampoco que la cante una mujer mayor de cincuenta años o que la voz no esté a la altura de lo que los recién proclamados eruditos de Eurovisión esperan. Para nada. El verdadero problema es que sobre el escenario hay dos maricon*s con expresión de género no binaria soltando pluma como si no hubiera un mañana. El problema es que la canción está dedicada a Manuela Trasobares, una mujer trans. Y el problema, el principal de todos diría yo, es que la cantante, cuando recogió el premio, dijo «todes». El problema es, por tanto, el de siempre: la existencia de una supuesta raza aria purgando la disidencia, guillotinando el plural en la palabra mujeres y clamando contra la ruptura con los estereotipos de género que, supuestamente, quieren abolir. Es curioso que siempre hayan menospreciado Eurovisión diciendo que es una cosa de gays que solo interesa a gays y que ahora la sombra de la normatividad necesite imponer sus reglas en campos que, en teoría, ni siquiera les interesa. Porque cuando estamos debajo a nadie les preocupamos, pero cuando somos visibles nos convertimos en un peligro. Al igual que el «que hagan lo que quieran, pero no en público», la disidencia de género, sea en el grado que sea, siempre será tolerada en este país si va asociada a la derrota. Porque si ganan, son visibles. Y si son visibles, son un peligro.
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